'I me mine', la autobiografía de George en español

Después de mucho tiempo, se publica por primera vez en español ‘I Me Mine’, un libro donde George Harrison describe su vida íntima.

 


George Harrison escribe en su libro: “No puedo soportarlo más. Decidí que hasta acá llegamos. Esto ya no es divertido, estar en esta banda es deprimente, todo esto es una mierda, gracias, me voy… John y Yoko tenían terribles discusiones y se pasaban el tiempo gritándose el uno al otro. Me fui de la banda, volví a mi casa… y escribí esta canción”. George adjunta este texto sobre la canción Wah-Wah, que escuchamos de fondo, incluida en su triple álbum All Things Must Pass, el que para muchos es el mejor disco solista de un componente de los Beatles. “Wah-Wah es un dolor de cabeza”, explica en la misma nota. La canción dice: “Me has convertido en una gran estrella por estar allí en el momento justo. / Pero ya no necesito ningún wah-wah y sé lo dulce que puede ser la vida si logro apartarme”. 

Eso padeció Harrison (en la última etapa con los Beatles, allá por 1969. Esta revelación y muchas más se pueden leer en el libro “I Me Mine”, lo más parecido a una autobiografía de la estrella del rock publicado en 1980 en edición limitada (2.000 ejemplares firmados por él mismo) y ahora traducido al español. ‘I Me Mine’ muestra las claves de la compleja personalidad de Harrison, que ni era callado ni siempre llevó una vida apacible. Lo confirmaron las dos mujeres con las que se casó. Pattie Boyd, con quien estuvo casado entre 1966 y 1977, dijo en su biografía: “Sí, meditaba durante horas, pero cuando llegaba la tentación, se drogaba y se iba de fiesta”. Desde 1978 y hasta su muerte, convivió con Olivia Harrison, que señaló en un reportaje de Rolling Stone: “Para George, blanco y negro, arriba y abajo, no eran cosas distintas. Podía ser el más silencioso del mundo, pero también el más ruidoso.”. Recordemos que George, por ejemplo, amaba la velocidad, era un fan enloquecido de la Fórmula 1, viajaba por el mundo para estar al lado de los pilotos de la época: Niki Lauda, Graham Hill o Jackie Stewart. Otros tópicos sobre la vida de Harrison sí se cumplen: que John Lennon y Paul McCartney taparon su talento en los Beatles. Sí despreciaron, sin embargo, All Things Must Pass, la canción, que luego daría también título al disco solista. McCartney se rindió a la canción años más tarde, interpretándola en directo. En un recital en Madrid la tocó después de decir, en castellano: “Esto es en memoria de mi amigo George”. Era 2004 y Harrison había fallecido tres años antes.

 


Aunque en los primeros años lo disfrutó plenamente, a partir de 1965 George detestó ser un beatle. “Los Beatles estaban condenados. Tu propio espacio es algo muy importante. Por eso estábamos condenados, porque no lo teníamos. Es lo que pasa con los monos en el zoológico. Se mueren. Sabes, todos necesitan que los dejen en paz”, escribe. Esa vida atosigante de beatle queda escenificada en el libro cuando explica la inspiración para Here Comes The Sun. “Apple se estaba transformando en algo parecido a una escuela a la que teníamos que acudir y actuar como hombres de negocios, visar facturas todo el día, firma esto y firma esto otro. Un día decidí ratearme. No fui a trabajar. Me fui a casa de Eric Clapton y me puse a pasear por el jardín. Sentí un alivio inmenso por no tener que estar con esos contadores estúpidos. Di vueltas por el jardín con una de las guitarras acústicas de Eric y compuse Here Comes the Sun”.

En el libro se pueden ver los elementos nada sofisticados en los que escribe: hojas con el membrete de un hotel, el sobre de una carta, un cuaderno barato. También podemos leer que George siempre admiró a Lennon, su talento, y quedó decepcionado cuando este construyó un mundo cerrado y esquizofrénico junto a Yoko Ono. Algunas de las canciones de Lennon no hubiesen llegado a la excelencia sin los arreglos y las pequeñas aportaciones de Harrison. Sin embargo, a John no le debieron parecer de gran valor, porque nunca puso a Harrison en los créditos. En el caso de Eric Clapton, sin embargo, la admiración musical fue mutua y reverencial. Ni siquiera el amor compartido con Pattie Boyd, que primero estuvo casada con Harrison y luego con Clapton, logró separarlos. Fue fundamental en su vida la amistad y la música que compartió con Ravi Shankar, el concierto solidario por Bangladesh (que fue el precedente de Live Aid), su figura como productor de películas de sus admirados Monty Python y una rutina cada vez más retirada de lo que más odiaba: ser una estrella del rock.

 


En 1999 sufrió un dramático episodio: un desequilibrado se metió en su mansión y, después de forcejear con él y su mujer, Olivia, alcanzó con una navaja el pulmón de George. Aunque se recuperó, las secuelas le debilitaron en su lucha contra el cáncer, una patología que se le había diagnosticado en 1997 y que más tarde le provocó la muerte, el 29 de noviembre de 2001, cuando tenía 58 años. Harrison pasó los últimos tiempos de su vida provisto de tijeras, mangueras y desbrozadoras, moviéndose entre la maleza de su inmensa casa de Friar Park. Decía: “En realidad, yo soy un tipo de lo más sencillo. No quiero estar todo el tiempo en el negocio, porque soy un jardinero. Planto flores y veo cómo crecen. No voy a clubes ni a fiestas. Me quedo en casa y veo cómo fluye el río”.

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